
Hay recetas que no necesitan presentación… pero merecen una historia. Y esta empieza, como muchas de las mejores cosas, con unos plátanos demasiado maduros y una tarde cualquiera en la que el cuerpo pide dulce, pero no azúcar por azúcar, sino algo con mimo, con sustancia… que siente bien y no sea una bomba para el estómago.